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Enseñanzas de Kew

No quiero regresar al mundo que se encuentra fuera de estos Jardines. Lo único que quiero es observar el rocío en una hoja. La sagrada laboriosidad de los gusanos en la tierra.


(Tor Udall)



Cada ser vivo que habita este planeta, sabe exactamente qué hacer en todo momento, y al hacer cada quién aquello que le corresponde hacer, se mantiene un equilibrio justo y permanente dentro de los ciclos naturales ascendentes y descendentes de una experiencia terrenal que siempre tiene un inicio y un final.


Al estar conscientes de estar conscientes, y al tener el libre albedrío de hacer o no hacer aquello que les corresponde hacer, los seres humanos están sujetos a un proceso evolutivo que requiere que logren una maestría respecto del uso de sus mentes, en ejercicio de su libre albedrío, hasta lograr alinear y dirigir la razón al corazón para crear pensamientos y obras en equilibrio y armonía con su propia naturaleza divina, que es la misma naturaleza divina de todo aquello que podemos percibir en esta dimensión y en esta Tierra de la que somos tan solo una diminuta parte.


Cuando los seres humanos logren alinear su razón y creaciones con el plan divino y el resto de la naturaleza que asume su divinidad sin necesidad de razonarlo, sin necesidad de elegirlo, entonces, podremos detenernos simplemente a ser humanos para gozar de todo, sin hacer nada, solo siendo lo que somos.


El ser sin hacer nada requiere que uno haga todo aquello que está destinado a ser, sin que para ello tenga que hacer nada.


El ser implica hacer todo y al mismo tiempo permitir que no haga nada, para solo ser.


Si cada uno de nosotros se hiciera responsable de ser, nadie dependería de nadie más y al mismo tiempo dependeríamos de todos, de la misma forma en la que dependemos de todo lo que nos rodea, ya sea que nos demas cuenta de ello, o no.


Todo lo que no somos nosotros es lo que nos hace ser nosotros mismos.


Somos una especie, de ahí la analogía que hemos escuchado antes.


Éramos uno con el todo. Entonces vino la razón y nos separó de todo lo que es.


Cuando creímos que estábamos separados del todo, que éramos individuos únicos, autónomos e independientes, nos multiplicamos bajo los nombres de Adán, Eva y todos a los que se refieren como Caín y Abel y todos aquellos que han sido.


Cuando volvamos a entender que todos somos uno, regresaremos a ser un solo Adán y una sola Eva, no como seres separados, sino como uno solo.


Seremos simultáneamente Adán y Eva.


Volveremos a ser uno con el todo.


Seremos nuevamente nosotros .


Seremos nuevamente los seres divinos y soberanos que somos.


Seremos completamente humanos, como individuos y como un todo.


Yo soy tu y tu eres mi otro Yo.


Todos somos uno.


Yo lo Creo


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